lunes, 1 de octubre de 2012

ROMANIZACIÓN Y CRISTIANIZACIÓN DE HISPANIA II: LA HISPANIA VISIGODA

ROMANIZACIÓN Y CRISTIANIZACIÓN DE HISPANIA II: LA HISPANIA VISIGODA

No se cita explícitamente a los visigodos en nuestro temario PAEG a los visigodos ni su presencia ni al Reino de Toledo, pero vamos a hablar de ellos por dos razones, fundamentalmente:

1.   Nuestra materia es Historia de España, entre lo que entre en la PAEG.
2.   Ateniéndonos a criterios puramente históricos, podemos decir que siguiendo el primer apartado del primer tema, “romanización y cristianización”, implícitamente tenemos que abordar la Hispania romana y el periodo visigodo.

La presencia de los visigodos en Hispania nada cambia en esencia: los hispanorromanos continúan con sus costumbres, leyes, etc., los visigodos son los que se romanizan, y la cristianización de la península prosigue y se profundiza.

Inicios de la presencia visigoda en Hispania

En el año 395 asistimos a un hecho fundamental en la historia europea. El emperador Teodosio divide el Imperio Romano en dos partes, para sus dos hijos, Honorio, en Occidente, y Arcadio, en Oriente. Ésta sobrevivirá a las invasiones germánicas, gracias a su mayor riqueza, a su mayor población, sus innumerables recursos, el que sus ciudades no hubieran entrado en una gran decadencia como sucedía en Occidente,… Pero los historiadores, una vez que ha desaparecido el Imperio occidental lo llaman Imperio Bizantino, que perdura hasta 1453.
A finales del s. IV y principios del s. V parece que hubo un pequeño cambio climático que hizo más duros los inviernos en el interior de Asia y Europa, empujando a sus pueblos, todos ellos nómadas, al sur. Los temibles hunos que vienen de Asia serán los culpables de que los pueblos “germánicos o bárbaros” se lancen contra el mundo romano.
Se les llama pueblos germanos aunque no todos provenían de la Germania, sino que ésta era la denominación que  daban los romanos al territorio más allá del Rin. También les llamaban bárbaros, que en su origen significa “extranjero”, pero de forma despectiva también se refería a las gentes de costumbres distintas, consideradas inferiores por los romanos.
El debilitamiento de la autoridad romana facilitó que en el invierno del año 406 varios pueblos germánicos cruzaran el río Rin, que se había congelado varios días seguidos, burlando el dispositivo defensivo que se basaba en esta barrera considerada infranqueable. Los autores cristianos dirían que son un castigo divino por los enormes pecados de los romanos.
Hasta el 409 d.C. no penetrarán en la península ibérica, donde los pasos pirenaicos estaban defendidos por aristócratas, pues las tropas romanas existían sólo en teoría, como veremos.
Llegaron los suevos, los alanos y los vándalos, que devastaron el territorio peninsular durante varios años, hasta que el emperador Honorio llega a un pacto con ellos (411), sorteando provincias que les otorga para que se asienten como pobladores. Aún no están los visigodos en Hispania.
Éstos llegarán en virtud a un tratado para expulsar a los anteriores pueblos de Hispania. Honorio tuvo que aceptar un pacto con los visigodos también, ya que en el 410 habían saqueado Roma y secuestrado a su hermana. Los toma como foederatii o aliados del Imperio Romano, y a cambio, les promete aprovisionamientos y una paga. Así esperaba alejar el peligro visigodo de Italia y tratar de volver a tener las tierras hispanas bajo su control.
La primera llegada de los visigodos a Hispania, en el 415 es, por tanto, provisional. Tras arrinconar a los suevos y destruir a los alanos, regresan a las Galias, donde, incumpliendo su tratado, forman un reino, con capital en Tolosa (Toulouse). Allí también ayudarán a los romanos contra los hunos de Atila. Los vándalos, arrinconados por los romanos, pasan el estrecho y crean un reino en el norte de África (429).
Tras la marcha de los visigodos, hacia el 450 los suevos comienzan a extenderse de nuevo, lo cual provoca la segunda venida de los visigodos, que esta vez sí se asientan en parte de la provincia Tarraconense, vecina a las Galias.

Cuando en Italia es depuesto el último emperador de Occidente en el 476, nada quedaba ya de la autoridad romana. Durante ese vacío de poder, la única estructura sólida que se va a conservar será la eclesiástica, situación que no pasaría inadvertida a los visigodos. También destaquemos cómo la desintegración del Estado provocará que la autoridad real de un lugar la ejerza la aristocracia que habita allí mismo, base del feudalismo medieval.

Creación del Reino Visigodo de Toledo

La entrada definitiva de los visigodos en Hispania vendrá de una situación desastrosa para ellos. Los francos, que habitaban en la desembocadura del Rin, luchan contra ellos por el control de la Galia, y los derrotan estrepitosamente en la batalla de Vouillé, en el año 507. El rey resulta muerto y el pueblo visigodo tiene que iniciar un penoso exilio lejos de la Galia, en dirección a la península ibérica.
Por tanto, el control visigodo de Hispania se iniciará lentamente a principios-mediados del s. VI.
 En esa época también, el emperador de Oriente Justiniano se ve en condiciones de expulsar a los bárbaros de Occidente, y combatirá para reunificar el Imperio Romano. Destruye el reino de los ostrogodos en Italia y el de los vándalos en el norte de África, y cruza en busca del control de Hispania, donde sólo ocupará una parte de la Bética.

Ya en la segunda mitad del s. VI se consolidará el reino visigodo con la figura del rey Leovigildo. Establece Toledo como capital, y combate contra los bizantinos (romanos del Imperio Oriental) en el sur, contra los suevos de la Gallaecia (destruidos definitivamente) y luchará contra los cántabros y vascones que no aceptaban su autoridad. Se afirma pues, que Leovigildo es el reunificador político de la península bajo autoridad visigoda.

Sin embargo, la convivencia de una minoría visigoda (unos 200.000) con una mayoría de hispanorromanos (unos 3 millones) no era perfecta. Tenían leyes distintas, y su religión era también diferente. Los visigodos, como otros pueblos germanos, eran arrianos, ya que habían sido evangelizados o cristianizados por Arrio, que no creía en la Trinidad, sino que afirmaba que Jesús y Dios eran dos entes distintos (la Iglesia consideraba su doctrina, por tanto, como una herejía). Aunque la diferencia nos parezca ridícula, en cada ciudad importante existían 2 obispos, uno arriano y otro “católico”.
El hijo de Leovigildo, Hermenegildo, se convirtió al catolicismo para atraerse a los hispanorromanos y ocupar el poder, pero fue derrotado y ejecutado por su padre, pasando pues a ser considerado mártir.
El segundo hijo de Leovigildo, Recaredo, fue más astuto, y muerto su padre, arriano convencido, adoptó la fe católica y abjuró del arrianismo en el III Concilio de Toledo (589). De forma simbólica, todos los visigodos tenían que tener la misma religión que su rey, y quedaban bautizados automáticamente. Así la minoría dirigente se amoldaba a las costumbres de la mayoría dominada.
Un paso más en la integración de dos pueblos distintos fue la equiparación legislativa. El rey Recesvinto, a mediados del s. VII, ordenó una recopilación de leyes, casi todas romanas, llamada Liber Iudicum, Liber Iudicorum o Fuero Juzgo que serían iguales para todos los súbditos, fuera su origen germano o hispanorromano.
¿No son éstas muestras de romanización de los visigodos? Ahora, hablaban el latín tardío, la lengua de la mayoría, tenían la misma religión y las mismas leyes que los romanos. Por eso, algunos historiadores no consideran el reino visigodo como de época medieval, sino como un epílogo de la época antigua, la llamada Antigüedad Tardía, que acabaría con la llegada de los musulmanes (de distinta lengua, religión, organización,…) al Mediterráneo.

El fin del reino visigodo de Toledo

Los reinos germánicos se regían por una monarquía electiva, no hereditaria. Así, cuando eran un pueblo nómada y guerrero, se elegía al líder más apto para la guerra, pero esto deja de tener sentido cuando se hacen sedentarios y dueños estables de un territorio. El principio electivo se traducía en continuas disputas por el poder entre los distintos candidatos y sus seguidores. Por eso, algunos reyes más poderosos hacían recaer la elección en sus hijos durante su mandato.
Sin embargo, a inicios del s. VIII aspiraban al trono los hijos de Witiza, un rey anterior, y Rodrigo, entre otros candidatos, siendo éste elegido finalmente. Una teoría defiende que la llegada de los musulmanes a la península está relacionada con una petición de ayuda de dichos hijos de Witiza en un intento de usurpar el poder y arrebatárselo a Rodrigo. Esta idea aparece en varios romances medievales, y está avalada por el hecho de que una vez conquistada la península recibieron grandes extensiones de terreno por parte de los musulmanes, aunque no el trono.
Sea como fuere, la expansión del Islam desde su origen en la península arábiga hasta la península ibérica fue fulminante. Desde la muerte de Mahoma, en el año 632 hasta el año 705, en el que conquistan Ceuta, los musulmanes arrebatan grandes provincias al Imperio Bizantino (el antiguo Imperio Romano de Oriente) como Siria, Palestina, Egipto y norte de África, y se anexionan el Imperio Persa, ocupando desde el estrecho de Gibraltar hasta el río Indo. Por tanto, una segunda versión opina que la extensión de sus conquistas hacia España era simplemente una continuación lógica.


La cristianización peninsular en la época visigoda

A la llegada de los visigodos, la cristianización de Hispania era bastante amplia y sólida, aunque menos en la franja cantábrica, donde se conoce la existencia aún de cultos paganos.
Sin embargo, los pueblos germánicos tenían un credo distinto, eran arrianos (una herejía del cristianismo, que no defendía la Trinidad, sino que Jesús y Dios no eran lo mismo), lo que supone la coexistencia en Hispania de ambas ramas del Cristianismo, aparte de una pequeña comunidad judía.
La asociación de la Iglesia al poder, que había nacido en época romana, continúa con los visigodos, ya que constituía la única estructura sólida que llegaba a todas las partes del reino. Así, en Toledo se celebran concilios para debatir cuestiones religiosas, presididos por el rey o incluso los grandes obispos participan en la elección del monarca.
Pero como hemos citado anteriormente, Recaredo decide que el pueblo visigodo adopte la fe de la mayoría de sus súbditos, la católica, una muestra de la “hispanización” de los godos para un mejor control del reino.
La conversión simbólica al catolicismo tuvo lugar en el III Concilio de Toledo (589), y tenemos conocimiento de hasta 7 concilios en época visigoda, lo cual da idea de su nivel de organización. Incluso la consolidación de esta alianza entre la monarquía y la Iglesia se reflejará en la promulgación de leyes que restringían la libertad de culto a los judíos.

La conversión de Recaredo (cuadro del s.XIX)

Citar también cómo en las zonas bajo dominio suevo tuvo difusión las ideas del un “hereje”, Prisciliano, de finales del s. IV, sobre todo en la Gallaecia y también en la Lusitania. De hecho, los Concilios de Toledo, desde el primero, condenan dicha herejía, y gracias a ello podemos constatar que el Priscilianismo aún perduraba en la península desde la época romana. Algunas teorías sostienen que la tumba de un personaje santo visitado por numerosos fieles desde esta época no es la del apóstol Santiago, sino la de Prisciliano.

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